jueves, 12 de noviembre de 2009





MUDANZAS

A fuerza de mudarme
he aprendido a no pegar
los muebles a los muros,
a no clavar muy hondo,
a atornillar sólo lo justo.
He aprendido a respetar las huellas
de los viejos inquilinos:
un clavo, una moldura,
una pequeña ménsula,
que dejo en su lugar
aunque me estorben.
Algunas manchas las heredo
sin limpiarlas,
entro en la nueva casa
tratando de entender,
es más,
viendo por dónde habré de irme.
Dejo que la mudanza
se disuelva como una fiebre,
como una costra que se cae,
no quiero hacer ruido.
Porque los viejos inquilinos
nunca mueren.
Cuando nos vamos,
cuando dejamos otra vez
los muros como los tuvimos,
siempre queda algún clavo de ellos
en un rincón
o un estropicio
que no supimos resolver.

Asi se puede resolver para mi la vida, un constante ir y venir en corazones ajenos , que no nos pertenecen y no tenemos derecho a cambiarlos. Pues del mismo modo que llegamos un día habremos de marcharnos

1 comentario:

  1. En ese caso, cuando tú mismo crees que la línea seguida no es la correcta debes cambiar. Siempre hay una línea aunque no lo creas. He aprendido a convencerme de lo que hago, ¿sabes? el éxito va de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo, y en la mayoría de los casos, el entusiasmo se lo llevan las críticas de los demás.
    No dudes. Si te has marcado una línea es por algo, siempre se pueden modificar cosas, incluso es bueno, pero siempre convencidos de lo que estamos haciendo.
    Para mi las casas de las que tu hablas tienen que ser acogedoras, tienen que refugiarme, nunca miro la puerta por la que debo irme, puede ser que algún día deba mirarla, pero me gusta más imaginarme los momentos en los que resguardado entre cuatro paredes disfruto de nuestra vida.
    Gracias a ti por opinar, un beso!

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